Hoy en día, muchas mujeres parecen haber perdido la capacidad de abrir su corazón ❤️ hacia otras mujeres. En lugar de construir lazos genuinos y significativos, se encuentran atrapadas en relaciones superficiales 🕸️ que perpetúan desconexión emocional consigo mismas y con el mundo que las rodea. Esto no solo afecta sus propias vidas, sino que también enseña a sus hijas a esconderse detrás de máscaras 🎭.
En uno de mis cursos, una madre expresó su frustración al preguntar: "¿Por qué parece que cada vez hay más niñas que no saben ser amigas? Un día son mejores amigas y al siguiente, se convierten en enemigas, como si no entendieran el verdadero significado de la lealtad y la amistad." Mi respuesta fue sencilla, aunque dolorosa: estamos desarrollando cada vez menos relaciones profundas, y lo mismo ocurre con nuestras hijas. Al relacionarnos de manera superficial, les enseñamos, sin darnos cuenta, a hacer lo mismo con sus amigas.
Vivimos en una sociedad que prioriza la competencia 🏆 y las apariencias ✨ sobre la conexión genuina. Las mujeres se sienten presionadas a proyectar una imagen de fortaleza 💪, pero en el fondo, muchas cargan con un vacío emocional. Buscan desesperadamente algo que no logran nombrar, pero que actúan saltando de una relación superficial a otra, incapaces de conectar desde un lugar auténtico y profundo 💔.
El problema no es la falta de relaciones, sino la falta de profundidad en ellas. En lugar de crear comunidades de apoyo 🤝, muchas se refugian en encuentros donde la superficie es lo único que se muestra 🌊. Se olvidan del descanso y la paz que trae conectar desde el corazón 💕: desde la vulnerabilidad, el amor y la aceptación de quienes realmente somos. Y con ello pagan un precio muy alto: el de perpetúar un ciclo de insatisfacción que además enseña, consciente o inconscientemente, a sus hijas hacer lo mismo. 👧.
Recuerdo las palabras de una madre que justificaba no consolar a su hija en su momento de dolor: "Tiene que aprender a ser fuerte; no puedo protegerla de todo." Esa frase, cargada de resignación, revela una herida profunda de muchas 🩹: la incapacidad de contenernos a nosotras mismas y, por lo tanto, a nuestras hijas. Creemos que la fuerza está en endurecerse 🛡️, pero olvidamos que la verdadera fortaleza radica en abrirse y conectar con el dolor para transformarlo 🌟.
Nuestros ancestros entendían el poder transformador de la comunidad 🌺. Las mujeres se reunían en círculos para compartir sus experiencias, liberar emociones atrapadas y celebrar juntas 🌈. Danzas 💃, cantos 🎶 y rituales 🎉 les permitían expresar su dolor y su alegría, renovando su energía ⚡ y fortaleciendo los lazos entre ellas. En esos espacios mágicos ✨, las mujeres podían ser auténticas, sin miedo a ser juzgadas, y encontraban en la comunidad una fuente inagotable de fortaleza y amor 🫶.
Hoy, hemos perdido muchos de esos espacios. Nos movemos en un mundo acelerado 🏃♀️ que prioriza la productividad 📈 sobre la conexión humana, y hemos olvidado que el cuerpo también necesita liberar las emociones que cargamos 🌀. Sin esos momentos de liberación, terminamos escondiéndonos detrás de una coraza emocional 🛡️, temerosas de mostrarnos vulnerables.
La solución no es sencilla, pero es urgente. Necesitamos crear espacios seguros donde podamos mostrarnos tal como somos 🌷. Espacios para dialogar desde el corazón 💬❤️, mover el cuerpo 🕺 y liberar lo que hemos contenido por tanto tiempo. Al abrirnos a nuestra vulnerabilidad, descubrimos que no nos hace débiles, sino humanas 🌟. Y desde ahí, podemos enseñar a nuestras hijas a conectar profundamente con quienes son, y con quienes las rodean 👩👧.
El amor y la comunidad comienzan en nosotras 💕. Al atrevernos a soltar la máscara 🎭, damos permiso a otras mujeres para hacer lo mismo. Juntas, podemos construir comunidades que no solo transformen nuestras vidas, sino también las de las generaciones que vienen 🌱✨.
Adriana Soberon P.
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