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Nacimiento y Vacío

Actualizado: 17 dic 2023



 


La sensación de vacío es una experiencia existencial que todo ser humano siente a lo largo de su vida. Una experiencia purificadora y diseñada para trasladarnos de manera natural hacia nuevas dimensiones del ser.


El claro ejemplo de uno de los primeros vacíos que nos toca experimentar es el de nuestro nacimiento donde, a raíz de la incomodidad sentida en el vientre materno, el ser humano es movido a esforzarse, a empujar hacia afuera e intentar sin saberlo, separarse. Encontrando con ello, un espacio más amplio para darle cabida al crecimiento de sí mismo.


Esto pareciera suceder de un día para el otro, el espacio, que en el pasado era suficiente y saciaba, ahora se ha vuelto demasiado pequeño y limitado.


Esta tendencia pareciera ser la historia que se repite una y otra vez en la experiencia de vida y por la cual el ser humano fluye con la fuerza de vida, volviéndose cada vez más, capaz de pararse con arraigo sobre sus dos pies y entonces así transitar los cambios que la vida y su propio crecimiento van presentando.


Una experiencia que sólo viviéndose sin resistencia nos conduce al fortalecimiento interno, y a encontrar un arraigo más profundo en la tierra.

Es en un buen día que, aparece el síntoma inevitable de todo crecimiento interno; la incomodidad. En donde se nos presentan dos posibilidades, la de sentirla o distraernos de ella. Me refiero a la llegada de una sensación que nos comienza a avisar que hemos dejado de caber y que solo pocos aun en contacto con su cuerpo logran sentir.


Porque es sólo sintiendo la incomodidad de un espacio en donde ya no cabemos que nos llenamos de fuerza vital para empezar a empujar, estirarnos y dirigir nuestra mirada hacia un lugar distinto, un lugar en donde aunque no sabemos cómo se ve su salida, qué contiene o cómo se siente, de todas formas nos aventuramos en avanzar hacia élla.


Asi avanzamos relacionándonos y tolerando las distintas sensaciones que emanan en nuestra búsqueda hacia la salida. Aquellas que son incómodas y desconocidas y que incluso, en momentos se intensifican cuando estamos cercanos a ella. Parecido a cómo cuando estábamos a punto de pasar por el canal de parto. 

 

Es solo después del malestar sentido en el cuerpo y después de haber tratado de hacer malabares para calmarlo. Que nos encontramos finalmente, esforzándonos por algo más, quizás una salida que dé cabida a todo de nosotros. Logrando resolver de una vez para siempre esa incomodidad que parecía cada vez menos agradable. Y asi de un segundo para el otro nos encontramos fuera, aparte, separados y dejando atrás.


En una nueva dimension del ser pero recién nacidos. Frente a un espacio totalmente desconocido y extremadamente amplio delante de nosotros, uno que comparado con nuestro tamaño se siente gigante, incómodo e inseguro.


Es ahí cuando idealmente, aunque no siempre .... aparece el primer llanto parecido al del bebé que al momento de nacer expresa desde lo más profundo de si, su sentir de impotencia y fragilidad, reflejando el gran impacto que la separación ha tenido y tendrá a lo largo de su vida.

 

Es en el momento consecuente al nacimiento en donde el ser humano, tras haber tolerado la incomodidad de no caber más y haberse esforzado una y otra vez buscando una salida que finalmente le es posible entregarse a un proceso natural y purificador, aquella experiencia en donde se registra el sentir de vacío, un lugar interno liberador en donde no hay nada más que hacer más que la de sentir tristeza y decepcion, desde lo más profundo sobre aquello que queda aparte y lejos de uno.


Aparte y separado, no queda mas que continuar y asimilar ese nuevo estado de fragilidad y vulnerabilidad en el que ahora este ser se encuentra.


Y así, sólo andando y mirando hacia adelante es que la novedad de ese nuevo estado se difumina y consigo, un día a la vez dejando cada vez más atrás, cerrando ciclos y permitiéndonos llenar ese vacío con lo nuevo.


Así comienza el vacío, cuando no queda más que confiar y seguir sintiendo. Relacionándonos con partes profundas y sensibles de nosotros mismos.


Un estado que es receptivo y nos mantiene abiertos al aprendizaje, al crecimiento, y a la expresión de lo interno usando siempre como guía: al corazón.


Es durante esta etapa en donde nos conocemos de manera mucho más profunda que antes.


Dicho esto, ahora me pregunto:


¿Qué está pasando en el presente, que ya no sentimos esa incomodidad? ¡Ni tampoco nos atrevemos a relacionarnos ni mucho menos mirar aquello que ya no nos funciona!


¿Será que nos hemos saltado u hemos omitido procesos y al avanzar tan rápido ahora ya no toleramos sentir la incomodidad ni siquiera de los pequeños espacios vacíos? 

 

Gracias por leerme, estaré encantada de escuchar lo que piensas. 

 

 

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