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Cuando tu hijo/a decide dejar de creer en Santa

Actualizado: 11 mar



Esta es la primera vez de diez Navidades consecutivas que mi hija mayor dejo de “creer en Santa”.


Fue alrededor de este mes el año pasado en donde tomé la decisión de revelarle la verdad detrás de todo.


Sobretodo al reconocer y aceptar que sus preguntas y su curiosidad cada vez se volvían más intensas.

Dada nuestra relación profunda y mi deseo de ser YO quien le comunicara la verdad, decidí platicar con ella en un momento en donde pudiéramos hablar sin interrupciones.


Cuando recibió la noticia, sorpresivamente ella mostró un sentimiento de alivio.


Parece que compartirle la verdad le permitió normalizar sus sentimientos de duda y de desconfianza. Mismos que paradójicamente la alejaban de mi y que llevaba experimentando ya durante algún tiempo.


Esta verdad desencadenó en ella una ráfaga de emociones...


Todavía recuerdo la expresión de satisfacción en su cara.


Se mostraba incrédula de hasta dónde están dispuestos los padres a llegar para mantener esa ilusión real. Desencadenando una conversación extensa, que irónicamente fortalecía mi relación con ella.


En donde ahora ambas sabemos que sabemos...

Fue la primera vez que pude reconocer cómo reflexionaba sobre su propia experiencia.

Especialmente sobre cómo vivió su última Navidad, inmersa aún en la pureza de una sola emoción.

Después de algunas semanas, le dio la vuelta a este tema. Al final, la Navidad estaba a meses de distancia, y ella parecía sentirse contenta en ser mi ayudante la próxima Navidad.


No fue hasta que se acercó la víspera navideña, que naturalmente vinieron los sentimientos de nostalgia y de arrepentimiento de conocer “la verdad”.

Pareciera que ese alivio que había experimentado en Marzo pasado había venido con un costo alto.

Su melancolía alcanzó su punto máximo al ver las caras felices de sus amigas mientras escribían una carta a Santa.


Pero para ella, ya había una nueva perspectiva... y todo había cambiado...


Ahora experimentaba una soledad y una separación de sus pares que era imposible de remediar, siendo una de las “pocas” al menos en ese momento que sostenía dos puntos de vista dualistas simultáneamente.


Por un lado, estaba su mejor amiga emocionada por escribirle una carta a Santa, y por el otro lado, estaba ella, conociendo la verdad detrás de todo.


Se culpaba por ser demasiado curiosa y deseaba regresar al pasado. Pero ya era imposible regresar el tiempo.


Al registrar lo fútil de su intento y la irreversibilidad de su circunstancia no quedó de otra mas que la de llorar y vaciarse. Marcando un cierre de etapa y un comienzo de otra.


Una en donde afortunadamente no llegaba sola, pues me tenía a mi y a mis brazos contenedores para acompañarla en su tristeza y decepción. Ayudándola a soltar y a dejar ir.


Sin darse cuenta experimentaba por primera vez un ingrediente fundamental para uno de sus procesos madurativos: el conflicto interno.


Su conciencia se ampliaba y le daba entrada a nuevas perspectivas sin descalificar otras. Curiosamente y como suele pasar. Cuando esas lágrimas obtuvieron una salida


Una nueva mirada surgió….


Al cabo de unas cuantas semanas y después de ver una película 🍿 navideña ella parecía haber encontrado un nuevo significado.


Uno que reflejaba un intento de darle una experiencia mas profunda a su existencia. (Profundizando en lo que los adultos llamamos la espiritualidad)


Me compartía: pero mama!! El hecho de que los papas sean los que traen los regalos, no significa que ya no haya NADA en qué creer.


Y de ahí derivó una conversación entre ella y yo con mucho sentido:


Mi amor déjame explicarte mejor:


La esencia de la Navidad es acerca de lo que NO se puede ver.


Es un momento para encontrar descanso en los brazos de relaciones cercanas y profundas. En donde nuestra energía busca de manera inconsciente un lugar de calidez y cercanía para liberar todo aquello que ya no nos sirve . Es esa época del año en donde nos vaciamos y pausamos haciéndolo contenidos por nuestros seres mas queridos.


Encontrando una recarga para el corazón y evocando lo que en realidad ES nuestra esencia humana y que con frecuencia queda enterrada debajo de capas de defensas.


Me refiero a nuestra naturaleza de ser seres amorosos movidos a cuidar aquello que nos importa. Un estado espontáneo que solo se siente cuando estamos satisfechos y llenos de cercanía profunda.


Nuestros antepasados intuitivamente diseñaron la Navidad para guiarnos en ese proceso y experimentar de nuevo este estado.


Convirtiéndose en una época para regresar al amor, y fluyendo en sincronía con la naturaleza, la cual también se vacía y se recarga de energía para las siguientes etapas.


El amor es una energía que cuando permitimos que pase a través de nosotros. Nos mueve y le da entrada a milagros inexplicables que se encuentran más allá de nuestro entendimiento humano.


Y con ello.


Nuestra conversación llegó a su fin....


Y así mi hija le abría una puerta a una perspectiva más profunda.


Adriana Soberon



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